Nos educan para no fallar. Nos enseñan a hacer las cosas de la manera que se han hecho siempre para conseguir un resultado concreto, y crecemos con esa idea de que si algo funciona porque cambiarlo. Cuando acompaño procesos de transformación en las empresas, es algo muy común, escuchar a las personas decir “aquí siempre lo hemos hecho así” sobre todo las nacidas en el siglo XX. Desde pequeños aprendemos a hacer las cosas “bien” y nos premian por ello. Aprendemos por repetición modelando los comportamientos de nuestro entorno. Haciendo las cosas cómo nos han dicho que había que hacerlas y haciéndolas siempre de la misma manera, nuestro cerebro automatiza los procesos y una vez establecidos no se los cuestiona más. 

Nadie nos explica que la mayoría de las grandes invenciones de la historia se han conseguido tras muchos intentos fallidos. Como ocurrió a Thomas Edison, a quién uno de sus discípulos preguntó porque seguía persistiendo en construir la bombilla tras miles de intentos fallidos y este respondió: “No son fracasos, he conseguido saber miles de formas de cómo no se debe hacer una bombilla”. Lo que antiguamente solo se podían permitir los inventores, filósofos y visionarios, hoy debemos aprenderlo todos si queremos sobrevivir en el mundo del trabajo actual: LA CREATIVIDAD Y EL PENSAMIENTO CRITICO, se han convertido en competencias imprescindibles para mantenerse en el mercado laboral. Según el informe 2020 del Global Economic Forum de Davos, estás dos competencias están en el top 10 de las habilidades blandas que serán más demandadas por las empresas en los años a venir.

Para desarrollarlas tenemos primero que aprender a equivocarnos. Atrevernos a hacer las cosas de una manera diferente, abrir nuestra mente e imaginar nuevas vías y formas que nos puedan llevar a nuevas soluciones. En una organización, esto solo es posible empezando por la cúpula directiva. Necesitamos lideres que sepan cuestionarse más allá del status quo, con suficiente confianza en si mismos para aceptar la critica constructiva, con flexibilidad para aprender, con empatía y resiliencia para poder acompañar a los equipos en este desarrollo y generar esperanza. Implementar una cultura de feed-back permanente en la empresa, adoptar un liderazgo de servicio (más conocido en inglés por “servant leadership”) son dos de las claves para conseguir espacios de confianza en las organizaciones, donde la creatividad y el pensamiento critico puedan crecer y desarrollarse.

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